Obra del Mes - Octubre 2020

A través de la representación de frutas de otoño -manzanas, peras, higos y uvas- el pintor describe directamente los colores, aromas y sabores de esta estación. La fruta en primer plano se encuentra sobre un extenso manto, más allá del cual se abre un paisaje verde.

Expuesto en la II Cuadrienal y adquirido para el Gobernador de Roma en 1935, el cuadro testimonia el renacimiento del clasicismo y del naturalismo del siglo XVII que caracterizó a una parte de la cultura artística italiana en el periodo entre las dos guerras y que también implicó a Savinio, en particular en el ámbito del bodegón y del retrato. Si bien un recuerdo metafísico-surrealista está indudablemente presente en la elección de la cortina que separa al sujeto en primer plano del fondo, la sensación de fugacidad que recorre la escena remite a los modelos del siglo XVII y, en particular, al género de la vanitas, que alude explícitamente al carácter efímero de la vida y la belleza.

Los signos de corrupción ya visibles en algunas de las frutas hacen intuir una sutil insinuación de caducidad, anunciando la inevitabilidad de la decadencia y poniendo en evidencia la fragilidad de la realidad y su constante cambio. El otoño se convierte así en una metáfora más general de la precariedad de la existencia humana.

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